Lo que Argentina puede aprender del modelo chileno
Si miramos hacia Chile, encontramos un ejemplo que vale la pena tener en cuenta. Desde que implementaron su sistema de concesiones privadas en 1993, el país ha logrado delegar la construcción, operación y mantenimiento de obras públicas a empresas privadas. ¿El resultado? Infraestructura moderna que ha mejorado la vida de millones de personas.
La clave de su éxito fue simple: el gobierno chileno tenía un déficit importante en infraestructura que estaba frenando su desarrollo económico. En lugar de seguir acumulando retrasos, decidieron dar un giro y apostar por las concesiones. En este modelo, las empresas privadas financian y gestionan proyectos a cambio de tarifas que se cobran a los usuarios o de subsidios estatales.
En 30 años, se concretaron proyectos por más de 18 mil millones de dólares, y hoy el país tiene planificadas inversiones por otros 17 mil millones en proyectos para los próximos años, lo que garantiza que sigan mejorando su infraestructura a largo plazo.
Gracias a este sistema, Chile pudo modernizar rutas como la emblemática Ruta 5, mejorar aeropuertos y hospitales, y construir autopistas urbanas en Santiago. Esto generó un impacto económico enorme, atrayendo inversión tanto local como extranjera, creando empleos y fomentando el desarrollo.
Lo interesante del modelo chileno es que, al final del plazo de la concesión, el Estado tiene la opción de renovar el contrato o retomar el control de las obras. Esto asegura que las infraestructuras continúen operando de manera eficiente, con o sin la gestión privada.
¿Qué significa esto para Argentina?
El éxito de Chile demuestra que cuando el sector público y el privado trabajan juntos, los resultados pueden ser transformadores. Si Argentina sigue un camino similar, podría darle un gran empujón a su infraestructura, y por ende, a su desarrollo económico.
Ver también: Argentina: La privatización de las rutas y las oportunidades de inversión que trae consigo